COLOMBO: Qué es el exitismo y cómo funciona

El exitismo parte de creer una cosa que no es. Y en ese creer, está el nudo de la cuestión, que tiene que ver con no querer ver ni aceptar una realidad diferente a la que es mi deseo.

Los triunfos y fracasos deportivos representan una buena oportunidad para reflexionar sobre el exitismo; una conducta extendida y generalizada entre millones de personas.

El exitismo parte de creer una cosa que no es. Y en ese creer, está el nudo de la cuestión, que tiene que ver con no querer ver ni aceptar una realidad diferente a la que es mi deseo.

El espejo distorsionado

Cuando alguien tiene éxito, parece subirse a una cresta de una ola imparable, que, inevitablemente, más tarde o más temprano tenderá a romper en la costa. En su ascenso, es denostado y criticado, y es blanco de todo tipo de juicios crueles sin tener empatía, la cualidad de ponerse en los zapatos del otro.

Cuando alguien fracasa o no logra los objetivos que se esperan, este hecho es igualmente tomado por un gran imaginario social como blanco de sus propias frustraciones y de la inhabilidad de esas personas para moverse de dónde están, para conquistar y generar lo nuevo, aunque fracasen.

Es más cómodo criticar que hacer

Lo que vale es el intento y el hacerlo de la mejor forma posible.

La crítica, al igual que la queja, no construye. La pregunta que surge es: ¿desde qué lugar de pretendida superioridad alguien (personas, periodistas, medios, gobernantes) critican al que hace? ¿Por qué no salen a jugarla y a entregarse de lleno, en vez de esperar que otro lo haga por ti?

La comodidad es la constante en el exitismo; y la contradicción también. Son rasgos de mediocridad humana.

Por ejemplo, cuando un equipo de futbol fracasa y luego da vuelta un resultado, aquellos detractores automáticamente se desdicen y hasta quieren convencerte de que no dijeron lo que dijeron. Las redes sociales son un juez impiadoso en estos casos, ya que, por lo general, aunque borres tus mensajes y posteos, queda tu huella de incoherencia por los siglos de los siglos. Y contra eso no hay con qué darle

Muchos seres humanos basan su vida en símbolos: dinero, estatus, éxito, sexo por deporte. Esto está más cerca del goce.  Otros, se atreven a bucear su vida en base a experiencias: aventuras, conocimiento, aprendizajes, transformar el dolor en algo positivo, asumir las derrotas, levantar la frente y seguir caminando, y darle sentido a la vida.

En muchos países se viven episodios de xenofobia muy pronunciados; odios tan arraigados culturalmente, que con los modismos propios regionales se sintetizan en memes, bromas, ilustraciones de mayor o menor gusto e impacto. De todas formas, son una forma de descargar la frustración frente a lo inevitable.

¿Lo que nos frustra, entristece, decepciona y nos violenta sirve para crecer y avanzar? ¿Qué pasaría si esa experiencia que se manifiesta con tanta vehemencia no es otra cosa que lo que nos toca transitar justo en este momento histórico en que estamos viviendo como individuos y como sociedad, para crecer?

Quedarnos con el insulto, rebajar al que ganó (y al que perdió), no poder tener ni la más mínima compasión (con-pasión) con el que no salió favorecido, ni con aquel que conquistó una hazaña, lleva a muchas personas a sacar el monstruo que todos llevamos dentro. Es como si tuviésemos la imperiosa necesidad de catalizar de inmediato muchos años de enojos contenidos. Y no de celebración precisamente, sino de destrucción.

En el fútbol, como en la vida, a veces se gana y otras se pierde. Cuando perdemos en la vida, podemos asumir dos posturas: quedarnos como víctimas, paralizados ante la contundencia de los hechos; o tirar unos lagrimones, llenar el pecho de aire, mirar hacia adelante y arriba, y seguir adelante. No hay términos medios. Tampoco los hay para el que gana, porque cuando somos demasiado exitistas, aunque sea por el impulso de los hechos solemos entrar en una pirámide de “invencibilidad” igualmente peligrosa que en el sentido opuesto.

Dejando en claro que está merecidamente bien la celebración, el festejo, y todas las emociones positivas que esto trae aparejado, quizás esté bueno reflexionar qué nos dejan estos episodios de éxito y de la realidad del fracaso: dos caras del mismo asunto.

Cómo trascender el exitismo y enfocarse en lo virtuoso

¿Por dónde empezar? Por observarnos en nuestras pequeñas conductas cotidianas. En el lenguaje que utilizamos. En las voces de los relatores. En los tuits que muchos hacen circular insultando y rebajando a otros. En cómo los medios titulan en uno y otro país y en otro más. En cómo quieren catalizar la rabia los desfavorecidos, destruyendo como un vendaval casi todo lo que queda a su paso. En cómo se capitalizan desde el poder de turno los éxitos. Y como tratan de esconder las derrotas los de enfrente. En cómo se toman las cosas unos y otros.

Dar cabida a las emociones negativas del momento, dejar que se expresen y salgan, es quedarse sólo a medio camino: la otra parte de la ruta es qué hago con eso que siento; cómo lo transformo en algo positivo, para todos, para el mundo. Cómo me constituyo a partir de ese hecho en mejor persona. Y recién allí se empieza a producir lo más importante: la toma de conciencia.

Si miramos en perspectiva el universo respecto a este pedacito del Planeta Tierra, somos mucho más minúsculos que la cabeza de un alfiler. Entonces convengamos en que no vale mucho la pena creérsela demasiado con los símbolos. Enfoquémonos en las experiencias: ésas sí que son nutritivas, duraderas e inolvidables, y las que llevaremos por siempre grabadas en relieve hacia afuera hasta que dejemos este plano físico.

Celebremos los éxitos. Bendigamos las derrotas. Sin exitismo y asumiendo la realidad tal cual es. Y sólo así podemos dar el siguiente paso en la escala de evolución humana. Algo nuevo está naciendo; lo sabemos.

Hay muchos cambios que se están precipitando. Se caen y cambian los paradigmas. Entonces, no juguemos a los distraídos frente a las evidencias de conductas viejas que siempre van a querer volver. En vez de eso, la invitación es a evolucionar juntos, y abrirnos a nuevos niveles de conciencia y de conocimiento de nosotros mismos.

(Este artículo fue concebido originalmente en Chile, con motivo de la Copa América América en ediciones anteriores).
Daniel Colombo es Master Coach experto en CEO, alta gerencia y profesionales; comunicador profesional; speaker internacional; y facilitador de procesos de cambio. Media-coach de políticos y ejecutivos; experto en Oratoria moderna. Autor de 21 libros, entre ellos “Sea su propio jefe de prensa” “Historias que hacen bien”, “Preparados, listos, out” (co-autor, sobre el Síndrome del Bournout); “Abrir caminos”, y una colección de 6 libros y DVD, “Comunicación y Ventas” con Clarín de Argentina, y la colección “Coaching Vital” compuesta por tres títulos: “El mundo es su público”, “Oratoria sin miedo” y “Quiero vender” (Hojas del Sur). Ha brindado más de 600 conferencias en 18 países, llegando al millón de personas entrenadas.  En todas sus redes sociales tiene un millón de seguidores. Conduce y guía equipos de alto rendimiento en empresas nacionales y multinacionales dentro y fuera de su país. Ha asesorado y trabajado junto a más de 2500 empresas, y dirigido su compañía de relaciones públicas durante 20 años. Escribe regularmente en más de 20 medios de Argentina y diversos países.
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