Quiero saber quién soy
Hay una canción que dice: quisiera sabe quién soy, de dónde vengo y hacia dónde voy. Así se pone en marcha el pensamiento estratégico: ¿Dónde estaba ayer, dónde estoy hoy, dónde quiero estar mañana y cómo haré para conseguirlo? Pero la pregunta ¿Qué quieres ser cuando seas grande?, formulada a los chicos, en términos de trabajo es inadecuada porque no pueden contestarla y sólo les genera ansiedad. Ellos no están preparados para contestar porque carecen de la información necesaria.
Hay carreras relacionadas con la tecnología que todavía ni siquiera existen y que van a surgir en los próximos años, por lo tanto es un sinsentido violentarlos sin una causa que lo justifique.
En una escuela se lo preguntaron a un niño y respondió que quería ser feliz. No debemos trasladarles a los a los niños los problemas y ansiedades que tenemos los adultos.
Generalmente lo único que se obtiene es una respuesta de compromiso, porque los obliga a definirse en términos de trabajos que desconocen y eso también limita su imaginación. Viajar, disfrutar de la vida y tratar de cambiar el mundo suelen encabezar la lista de metas y deseos de las nuevas generaciones y sus aspiraciones muchas veces están vinculadas con eso.
En una reciente encuesta sobre las aspiraciones laborales de la generación Z, 6 de cada 10 desean trabajar en una empresa que priorice el cuidado del medio ambiente, la igualdad de género, la alimentación saludable y la protección animal. Y 8 de cada 10 trabajarían en empresas que les permita viajar para poder vivir la experiencia de trasladarse por trabajo.
El éxito no se vincula necesariamente con la profesión elegida sino en lograr objetivos personales como formar una familia o ser una buena persona. Usar la profesión para definir lo que somos o seremos, pone la valía o autoestima en lo que logramos. Preguntarle a un niño qué quiere ser cuando sea grande lo perjudica, hay millones de casos en los que ser exitoso en una profesión no vuelve feliz a la persona. Vivimos en sociedades donde la mayoría de las personas no hace lo que le gusta y eso les resta productividad a los países donde esto ocurre.
Hallar un propósito
La tradicional orientación vocacional arroja resultados pero las elecciones en la vida son procesos. Peguntar qué quieres hacer debería reformularse por quién quieres ser, qué tipo de persona. La profesión ya no define a la persona. Ni el saber ni el tener asegura la felicidad. El desafío mayor como padres es escuchar a los hijos y ayudarlos a descubrir sus intereses, que puedan distinguir lo qué les gusta y lo qué no. Más que ayudarlos a elegir una carrera, debemos orientarlos a elegir un propósito, porque hay distintas carreras que lo cumplen. Actualmente, en términos de proceso, el orientador vocacional es complementado o reemplazado por un coach. Es cuando el niño llega a una determinada edad cuando la cuestión vocacional debe plantearse. Hay que empezar a pensar en la vocación promediando la secundaria, en los colegios. El primer corte se hace cuando se pasa de la primaria a la secundaria, al elegir entre una escuela técnica o un bachillerato. Pero todavía siguen siendo chicos como para realizar un planteo estricto. Hay que darles las herramientas para empezar a descubrir su genio interior, para observar si tienen un interés particular y si preguntan hay que escucharlos con atención. Los chicos tienen hoy una multiplicidad de intereses. Hay que indagar sobre sus sueños y deseos para que puedan ir construyendo su proyecto de vida, modificarlo y reelegir. Las carreras no son cerradas y se puede abordar los problemas desde distintas especialidades. Las posibilidades son abiertas y dinámicas. Y el deseo es algo muy importante. El deseo de trabajar en algo que sea “útil” para el planeta o la sociedad está muy presente. Los jóvenes tienen más conciencia de la importancia del cuidado del medio ambiente. También fantasean con la idea de emprender: pero la creatividad implica capacidad de innovación. El problema es que quieren todo ya y saber que eso lleva tiempo les genera angustia.
La Universidad Stanford realizó un experimento con niños de 5 años. Podían elegir entre comer la golosina ya o esperar 20 minutos y recibir dos. Los estudios prosiguieron 10 años más tarde. Los adolescentes que de niños difirieron la satisfacción inmediata en pos de otra diferida fueron mejores alumnos y decisores. Esperar para recibir una recompensa se denomina “gratificación retardada” y es el resultado de la destreza del auto control por la cual el cerebro es capaz de sopesar los factores positivos y negativos de una decisión.
La neuroplasticidad permite al cerebro trabajar en redes y los chicos podrían concentrarse en las consecuencias a largo plazo, si se educaran sus emociones para conformar sus redes neuronales. La materia prima más importante del cerebro es la materia gris, pero no crece como la lechuga sino con educación. Deben aprender una canción que los invite a reflexionar sobre hacia dónde van, que piensen, y que puedan evitar los impulsos para mantenerse en la ruta que trazaron.
Sin presiones
No presionarlos no significa no hablar del tema. Conviene empezar por preguntar: ¿qué te gusta, qué te causa placer, qué te hace feliz?”; las habilidades blandas se relacionan con la inteligencia emocional. Todos estudian más o menos lo mismo, la diferencia no está en el qué sino el cómo. Saber trabajar en equipo, relacionarse. Eso hace la diferencia.
Lautaro Martinez, el crack de la selección argentina quería ser defensor como su padre, pero su talento estaba en la ofensiva. De chico, en un test de concentración debía ordenar en diez minutos los números del 1 al 100 mal colocados en una cuadrícula: Lautaro sacó 97 puntos, más que los otros, es un récord que todavía le pertenece. Esa capacidad de estar metido es una virtud que exprime cuando el rival no está a su altura. Lautaro Martínez siempre pensó que iba a ser futbolista profesional. Por eso buscó el consejo de una nutricionista cuando vivía en la pensión del club y eliminó grasas, dulces y gaseosas de su dieta. El nene quería ser defensor como Mario, su papá. De ese rústico defensor, también aprendió a marcar.
Yo quiero saber lo que quiero
Esta es una afirmación clave en la vida de una persona, ya que puede cambiar radicalmente lo que siente, lo que hace y lo que piensa. Concentrarse es mantener la mente en algo durante un tiempo y controlar los desvíos. La concentración es el medio y el querer es el fin. La vida nos somete a un test continuo entre el querer y el poder. Concentrarse en saber lo que quiero le da a la mente una dirección hacia su mundo interior.
Para optimizar el proceso de convertir el querer en poder hay que hallar algo que nos apasione. La energía necesaria para el logro de cualquier objetivo importante se nutre de la batería interior del autoconocimiento, par aprender a ser lo que queremos ser.
Cuando la rutina nos hace olvidar el propósito original, trabajamos sin saber por qué. Para salir del encierro, cuando la atención se atasca, la mejor estrategia es volver al resultado esperado, alineando el foco de atención con la asignación de importancia. Para eso hay que repetir Yo quiero saber lo que quiero, o simplemente eso es lo que quiero, cuando la verdad aparece.
Serás lo que sepas ser o no serás nada
Al saber lo que queremos la energía circula por el hemisferio creativo del cerebro. Entonces la imaginación abre ventanas hacia el futuro para que la voluntad elija. Inspirar la vida en un propósito y concentrarse en él, permite observar al suceso como oportunidad. El esfuerzo sin método agiganta el obstáculo. Hay que saber navegar por la mente y ante el extravío aprender a concentrarse.
Saber observar
¿En un semáforo qué luz está arriba? Se duda porque se mira sin ver. Observar es salir del piloto automático con una atención flotante, silenciosa, sin agitación ni excitación. Sin un objeto presente, la imagen puede representarlo como la figura y el fondo. Si lo natural del objeto es su movilidad, así debe ser la imagen. El buen observador confía en su percepción
Primero la percepción
Sin ingreso no hay proceso, lo percibido se relaciona con algo. Hay expansión o meditación cuando dos ideas se juntan, pero la contracción es concentración.
El proceso mental asociativo puede ser mecánico o dirigido desde el yo quiero, esta es la diferencia entre el vagabundeo mental y el pensamiento creador. Pensar es anticiparse, buscar en una dirección. Para buscar hay que: 1) decidir a qué atender, 2) mover la voluntad desde un concepto a otro, 3) inspeccionarlos, relacionarlos, viajar a través de ellos.
Los instrumentos
El cuerpo es el medio, los sentidos brindan información sobre el mundo externo, y la mente es el vehículo interior, que con su telescopio y microscopio psíquicos, recorre paso a paso o saltando mediante ideas creativas. Al rodeo que hace el pensamiento para llegar al objetivo debe regularlo el Yo quiero. El éxito de la asociación de ideas depende de la elección de la segunda, ya que le dará una ruta al pensamiento.
En un accidente, según lo que se quiera ver, el pensamiento viajará en una u otra dirección. La víctima, el abogado, el mecánico, el médico, el policía, verán aspectos diferentes. Y a medida que avancen se alejarán del origen.
Los estímulos compiten entre sí para captar nuestro interés, pero es nuestro yo quiero el que define a qué atender, es un imán que atrapa la atención. Sin el interés, el pensamiento no tiene conductor. La concentración materializa el triunfo de quien conociendo su destino crea la senda que lo conducirá a alcanzarlo. Para él todo sirve, hasta las piedras en el camino. Como dijo Séneca no hay vientos favorables para el que no sabe a qué puerto quiere arribar.
Gimnasia de la voluntad
Para entrenarla hay que elegir al azar cualquier punto de partida y de llegada. Lo importante es que lo interno genere lo externo. No hay que fijarse un yo quiero imposible, sino querer de verdad, concentrarse en el querer, y ocuparse en lugar de preocuparse. A mayor ocupación mejor concentración. El paso previo a la acción es la relajación, tomar conciencia del recorrido y de lo que falta. La demostración de la fuerza del querer es el resultado obtenido. Y cuando el deseo es grande cualquier obstáculo se vuelve pequeño.
Estado de flujo
Es un término que acuñó el psicólogo Mihály Csíkszentmihályi para describir un estado mental en el que las personas están tan concentradas en una actividad que lo demás no les importa, y la experiencia es tan disfrutable que pueden seguir por mucho tiempo. El estado de flujo no es tan solo placer, implica un desafío, y ahí está su magia. La actividad absorbe porque cuesta, es difícil pero posible y no provoca ansiedad, porque sabemos que podemos. No provoca apatía, porque implica un esfuerzo. Las dificultades motivan y provocan a superarlas. Es un estado que no busca un fin ulterior, no es un medio para otra cosa, sino que es un objetivo en sí mismo, pero uno que trasciende en nosotros en tanto lo disfrutamos. Llegar al estado de flujo produce felicidad, da sentido y propósito a la vida. La actividad puede llevar a esa instancia. Encontrando lo que guste y motive. La clave es disfrutar el momento y la actividad, concentrarse y desafiarse cada vez un poco más. Hay que buscar la actividad favorita, es cuestión de paciencia hasta quedar atrapado por algo. Nunca surge desde el principio. Hay que perseverar hasta hacerlo propio, incorporarlo como hábito y necesitarlo. Se necesitan 28 días para instalar un hábito. Quizá sea la clave perfecta para cambiar de forma de vivir.
Test vocacional a distancia
Es una aplicación que demora media hora con la posibilidad de conocer la oferta académica según el resultado e inscribirse, desde el celular y gratis.
Los resultados del test mostraron que el 16% de los chicos tiene vocación por administración, economía y finanzas; el mismo porcentaje para áreas de salud o ciencias médicas y un 14% de los testeos resultó para dedicaciones relacionadas con artes, letras y comunicaciones. En torno al 10% estuvieron las otras categorías: procesos industriales; ciencias sociales; producción bienes y servicios. Agricultura y ganadería fue el resultado que apareció en el 6,5% de los tests.
La app conocida como “orienta tu futuro” está disponible en las tiendas de los sistemas de celulares. Los técnicos recomiendan realizar la prueba 3 veces. La parte vocacional tiene dos series de 22 preguntas. A partir de sus respuestas el programa determina las eventuales aptitudes del joven y las posibles variantes laborales o de estudio.
Teoría de las inteligencias múltiples
Fue la que cambió la forma de medir -el IQ o coeficiente intelectual. Se puede ser inteligente de diferentes maneras. El enfoque clásico no hacía foco en la vocación. Pero no hay vientos favorables si no sabes a dónde quieres llegar.
Tenemos un poder interior que el mundo conoce como empowerment y se convierte en poder inteligente (smart power) cuando conjuga el querer con la eficacia. Acceder al querer implica armonizar la vocación, el talento y el mercado laboral.
No alcanza con saber lo que se quiere; sin conseguirlo el deseo se frustra. Lo mismo ocurre si la carrera se elige por imposición de la familia o de la sociedad de consumo, la que brinda un radar para imitar a ricos y famosos pero no la brújula del autoconocimiento.
La inteligencia se bloquea también por carencias metodológicas. El filósofo Nietzche sugirió que los métodos son la mayor riqueza del hombre.
Bloqueos a la inteligencia
Un primer desajuste es la desinteligencia emocional, la no correspondencia entre la vocación y las emociones que se experimentan en la tarea. El querer también se bloquea por falta de imaginación, o por la bohemia: calentar la pava pero no tomar el mate. El bloqueo estratégico es no fijar metas; fallar al planear es planear fracasar. Otro error es no saber ejecutarlo. Las destrezas deben entrenarse (aprender a aprender y a emprender).
Una virtud clave es la inteligencia social al elegir a los que nos acompañarán en la ruta de la vida. El capital social es la suma de las relaciones productivas. Conviene saber que el verdadero “desarrollo” no es lo que tenemos sino lo que hacemos con eso, para convertir el espíritu en materia. Para que el genio que llevamos dentro no se quede encerrado en la lámpara de Aladino, debemos poder crear ideas y llevarlas la práctica. Para lograrlo se necesita un coach que facilite la tarea de concretar la vocación. Para lograrlo, la educación debe ser la industria pesada del país porque es la que fabrica los ciudadanos del futuro.
Dr, Horacio Krell Director de Ilvem, – horaciokrell@ilvem.com
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